Parana - El Inolvidable Puerto Viejo - Parte 5

CULTURA EN LA COSTA. 

Desde principios del siglo XX hasta nuestros días.

El Barrio, las fuentes laborales y la estética.

Como vimos en el capítulo anterior, Puerto Viejo, ocupa un lugar de importancia constitutiva en la historia de nuestra ciudad. Como todo barrio, tiene sus particularidades y se identifica de los demás, por los límites territoriales, por los códigos y las costumbres y particularmente por los vínculos espaciales y laborales propios de un barrio portuario. Ser de Puerto Viejo, era ser trabajador. La identidad del barrio se modificó sustancialmente en relación a los cambios que allí se produjeron: las fuentes laborales, la relación con el río y el parque, los habitantes del barrio, algunos ilustres reconocidos, otros prestigiosos desconocidos, que conformaron un Puerto Viejo, radicalmente distinto al actual.

“…la identidad barrial (…) es una variable construida, asumida por el sujeto y por quienes lo observan, por quien se autoatribuye y por quienes le atribuyen esa identidad”



Puerto Viejo, desde los orígenes del barrio se perfiló como un bastión obrero, forjado en la cohesión de los vecinos de Santa Fe y los nuevos inmigrantes europeos.


Durante la década del ochenta del siglo XIX, siendo Paraná capital provincial, se experimentó un importante progreso comercial, urbano y social. Progreso que seguía manifestándose a principios del siglo XX, convirtiendo a la ciudad de Paraná en el centro comercial más importante de Entre Ríos. Una capital que contaba con agua corriente, adoquinado, luz eléctrica y un nuevo puerto. Los hoteles, las confiterías, los restaurantes, cafés y billares, se multiplicaron en la zona céntrica y portuaria.

La habilitación del Puerto Nuevo (1907), 1.500 mts. aguas arriba, si bien reemplaza en gran medida la actividad netamente portuaria, el barrio sigue teniendo un importante movimiento comercial y continúa siendo un atractivo paseo. Allí siguen funcionando los astilleros, el almacén naval, los talleres de carenado, el corralón y otros, aparte de las importantes industrias, fábricas y otras casas comerciales, que satisfacían la demanda laboral del barrio entero.

Como veremos, el desarrollo del aspecto sanitario como el educativo y el estético se consolidan en este barrio en las dos primeras décadas del siglo veinte. Si bien ya existían otros establecimientos educativos , como también de salud, no lo había para un gran numero de personas.


En 1911, se construye el edificio para la escuela elemental “Pueyrredón”, con capacidad para 120 alumnos. En 1927, se inauguró el Hospital Palma, en el edificio que actualmente ocupa el Centro Comunitario de Puerto Viejo, casona que en 1926 su propietario, el Dr. Pascual Palma, donó a la Municipalidad.


Varias obras escultóricas fueron colocadas en los límites del barrio, enmarcando esta zona. En 1920 queda emplazada la magnífica obra del Monumento a Urquiza, esculpida por los españoles Agustín Querol y Mariano Beilliure y Gil, en mármol y bronce, de 17,5 metros de altura. En 1933, colocan al final de la avenida Rivadavia, en la rotonda, una bellísima escultura de Luis Perlotti, que años atrás había ganado medalla de oro en la exposición de Sevilla, “La danza de la Flecha”.

Y en otro extremo, barranca abajo, en la antigua laguna, ya transformada en plazoleta para niños, se lucía “Le petit pissant”, escultura donada al Municipio y sustraída años después. Al límite con Bajada Grande, está ubicada la Plazoleta “Gregoria Pérez”, con el monumento homónimo, obra del escultor Torcuato Tasso, creada en 1911 y colocada en su actual ubicación, después de varias postergaciones, en 1950.

En épocas del Intendente Bertozi, quien sin dudas, apostaba a que con el tiempo, Paraná se convirtiera en un atractivo centro turístico, se realiza un plan de pavimentación que modifica toda la ciudad, como así también la ampliación del Parque Urquiza. “El primer paso para la transformación del Parque Urquiza se dio el 19 de abril de 1932 con los desmontes para la apertura de la calle de circunvalación del mismo. Esta calle fue trazada sobre el antiguo recorrido del tranvía a tracción a sangre, aquella primitiva línea al Puerto Viejo. La apertura de esta vía que se encontraba poco menos que inaccesible, hizo indispensable el estudio de la consolidación y embellecimiento de los taludes de las barrancas, permitiendo el acceso a sus puntos más atractivos y pintorescos”
Tranvía de tracción a sangre


Ese mismo año se plantaron 1.766 árboles en 77 cuadras de la ciudad, 300 a lo largo del camino a Bajada Grande y 400 en la avenida costanera, quedando Puerto Viejo totalmente forestado. Por aquellos años también se pavimentan dos de las calles principales de este barrio, Av. Estrada y Av. Larramendi.

En 1932 comienzan los trabajos de pavimentación de la avenida costanera, lo que modifica sustancialmente el terreno que comprende el barrio del viejo puerto.



“Se fue perdiendo el movimiento portuario, porque los barcos comenzaron a trasladarse con la construcción de la costanera. Se rellenó toda la zona y el río quedó más distanciado del barrio. Todas las casitas quedaron bajas para lo que es el nivel de la calle ahora” 
-comenta el vecino Pedro Coronado-.


Una de las principales fábricas asentadas en este barrio fue la Compañía General de Cerámicas (Coceramic), fundada en el año 1934 y en actividad. Esta fábrica de tejas y ladrillos, es una de las primeras industrias del país recuperada por sus trabajadores, luego que presentara quiebra, a principios de 1990. Los empleados, administrados por un síndico y un co-administrador, se hicieron cargo de la planta. Actualmente produce alrededor de 200 mil unidades al mes . Otra fue la Fábrica de Cemento Portland “San Martín” , que empezó a funcionar a principios de 1938 con un importante criterio de autoabastecimiento, ya que producía su propia agua potable y gran parte de la energía que ocupaba (poseía una usina propia). En la Pórtland trabajaban alrededor de 320 personas. En el despacho de cemento se utilizaban los llamados "Changarines", jornaleros que trasbordaban cemento de un camión a otro; además en tareas de limpieza y desmalezado de los alrededores de la fábrica, y en otras tareas rutinarias. Estos changarines también hacían las cargas del cemento a barcazas y barcos para el transporte fluvial, en épocas pasadas hubo despachos a distintos puntos de nuestro país e incluso exportaciones a países limítrofes.

También estaban los carreros, eran “los que llevaban la piedra en los carros hasta el horno grande, que todavía existe, ahí quemaban la piedra y hacían la cal”, recuerda Humberto Gastaldo , ex vecino de Puerto Viejo. “Los carros tumberos, le llamaban, porque tenían una sola vara y se soltaban, y se caía todo” agrega doña María Catalina de Corsiglia .

La fábrica de cemento generaba otros empleos “indirectos”, como por ejemplo el que se desarrolló en épocas en que se usaban bolsas de tejido de algodón para el embolsado del cemento. Estas eran reutilizadas, y por los deterioros que sufrían debían ser remendadas y esto lo hacían costureras a las que la empresa les proveía las máquinas y el hilo, pagándoles por cantidad de bolsas reparadas. Además, en el barrio, se instalaron muchos extranjeros que vinieron a la construcción de la fábrica y no pocos se quedaron trabajando después de finalizada la obra. Muchos de ellos venidos de Polonia, Checoeslovaquia, Alemania, Italia y otros .


Damacia Luna, una vecina que vivió más de cuarenta años en el barrio afirma que 
“…antes había más trabajo, la gente trabajaba en la Pórtland, en las areneras, en la cerámica, toda la gente trabajaba, había mucho movimiento y mucho trabajo. Acá antes se pasaba bien…”
En efecto las industrias cambiaban según las necesidades, los gobiernos y los diferentes procesos sociohistóricos y económicos.

Como sostiene el Ingeniero Carlos Savor: 
“estos trabajos, eran para toda la vida laboral de la persona. Como solía suceder en el Ferrocarril, en el Ministerio de Obras Públicas, en la fábrica de fósforos, en la Base Aérea, etc. Eran trabajos y empresas con otros criterios, distintos a los actuales, en un contexto de ciudad radicalmente diferente del presente, con una buena cantidad de industrias con mano de obra intensiva, y gran actividad portuaria y ferroviaria….”
“En el barrio se veía un futuro –comentó el vecino, don Pedro Coronado- había tres fábricas de cerámica donde trabajaban un total de mil personas, la fábrica de Pórtland, que tenía más de 500 obreros, la fábrica de hierro y también las plantas de combustible, YPF y Shell, y las areneras. También el trabajo que había en la costa, con los barcos que traían la leña y los carreros…”

De estas fuentes laborales hoy solo quedan la Coceramic y tres areneras , ya que la Pórtland, cerró su producción a mediados de los 80.

A fines de la década del 30, Paraná contaba con 75.000 habitantes, cifra que nos demuestra el importante crecimiento poblacional acaecido esos últimos años.

El ex vecino, anteriormente citado, Cacho Gauna, recuerda la importante población barrial en épocas en que él vivía en Puerto Viejo (desde mediados de los años cuarenta a mediados de los setenta):

“… entre el puente [del Aº Antoñico] y el Club de Pescadores estaba completamente cubierto de viviendas (…) [había] gran cantidad de familias. Producto de las inundaciones eso desapareció como barrio absolutamente poblado. Y otras de las cosas que desaparecieron, en cuestión demográfica, son todas las viviendas que había sobre la barranca donde ahora es el nuevo parque, todo ese costado que da sobre la Av. Estrada estaba totalmente cubierto de viviendas (…) familias bien constituidas, trabajadores en general. Una población que podría estar triplicando la actual” .




Los lugares van cambiando, las personas pasan y nos quedan algunas huellas de acontecimientos, hechos históricos que modifican -a veces radicalmente- los lugares y la relación que sus habitantes tienen con el territorio. La constante metamorfosis sufrida por este barrio es una de sus particularidades, que sin dudas provocó rupturas de todo tipo, y especialmente en las costumbres.

“La forma de ser de la identidad social es el conflicto continuo entre su reproducción y su ruptura. Sólo es dable hablar de equilibrio o estabilidad de una identidad como un estado histórico de esa puja. Por eso la identidad implica reivindicación de valores”

La vinculación de Puerto Viejo con el río fue cambiando desde los primeros asentamientos, lo que influye considerablemente en esa “estabilidad” de la que habla Gravano.

En los comienzos del poblado era un lugar obligado de paso y acceso, luego uno de los puertos de ultramar más importantes del país; con la decadencia y el traslado de éste, en 1907, aguas arriba, vuelve a transfigurarse. El entubamiento del Aº Antoñico también modificó el acceso y la fisonomía del barrio. La instalación de diferentes empresas sobre la ribera, tapó prácticamente, el acceso y la visibilidad, y el recambio de los habitantes del barrio fue constante.

Los viejos oficios fueron desapareciendo, como el del calafateador. Don Pedro Coronado nos comenta:

“Acá hay un astillero importantísimo, y sería lindo que llevaran a los chicos de la escuela y les enseñaran qué es calafatear. Seguro que esos chicos no saben lo que es un barco, ahí tienen la oportunidad de pedir permiso e ir a ver. Lo mismo en las fábricas. Los docentes tendrían que mostrarle eso a los chicos” .

Estos astilleros, especializados en otras épocas en la construcción de embarcaciones de madera y también de cascos de hierro, requerían de los calafateadores para la fabricación y el mantenimiento de dichas embarcaciones.

Doña Lola, una antigua vecina del barrio recuerda a “Pipo Martínez [que] hacía canoas y calafateaba los barcos” .

También otros oficios como el del carrero, quedaron en la memoria de sus antiguos vecinos: “Los carreros, eran los que trabajaban en la calera Pancho Ramírez, llevaban las piedras en los carros hasta el horno grande, que todavía existe –recuerda don Gastaldo, ex vecino de Puerto Viejo- ahí quemaban la piedra y hacían la cal. Eso era de Osinalde e Izaguirre” . 

“Los carros tumberos le llamaban –agrega la señora Maria Catalina de Corsiglia-, tumberos porque tenían una sola vara y se soltaban y se caía todo”
Con la construcción de la costanera, en el año 1932, el terreno del barrio fue rellenando aproximadamente un metro, para quedar al mismo nivel de la nueva calle, en las viviendas más antiguas aún hoy puede verse este desnivel .

A las ya mencionadas inundaciones de 1878 y la de 1905 se le suman las más recientes de 1968 y 1984, las que provocaron el éxodo de muchos vecinos a barrios aledaños. Estas adversidades provocaron cambios decisivos en el derrotero histórico del barrio. Hábitos diferentes y nuevas vivencias, fueron conformando este sector marginado y desvalorizado.

El recambio de gente fue importante, y con ellos se fue gran parte del bagaje cultural de este lugar.

Nuevos habitantes, venidos de barrios aledaños y de otras ciudades, ocuparon este sector sin conocer ni compartir la idiosincrasia del mismo, ni los bienes culturales que allí se gestaron.


Muchos de estos bienes culturales, como antiguas casonas históricas fueron destruidos bajo el concepto malinterpretado de progreso.

“En épocas de la ultima dictadura, se decide ampliar el Parque Urquiza, hacia el sector de Puerto Viejo, con lo cual se demuele toda la acera norte de la bajada de Los Vascos que tenía muchas construcciones, entre ellas el famoso almacén de Patriarca y Corsiglia y otras casas que Quirós tiene retratada en sus cuadros, la cancha de pelota vasca, que es donde está ahora la Plaza Euskadi, muchas construcciones que eran propias de la identidad de esa zona… Hubo procesos violentos como ese que en poquitos días se demolieron un montón de casas, y después está el proceso gradual, que es el que genera la usurpación, es decir, la gente que se introduce a esas casas que están abandonadas y les empiezan a sacar las rejas para venderlas como hierro, los tirantes y empiezan a romper parte de las construcciones…”

Esta destrucción se impuso a quienes tomaban conciencia de semejante desatino. Algunas de las viejas casonas inmortalizadas en los cuadros de Quirós, se convirtieron en conventillos y luego, muchas de ellas, fueron demolidas.
Recreación en Puerto Viejo

Otros aspectos en que se destacó este barrio fue en los deportes: desde natación y pelota paleta hasta las más recientes carreras automovilísticas.

Puerto Viejo fue barrio pionero en la organización de deportes náuticos. En 1890 se creo el “Club de Regatas Entre-Riana” y en 1909 el “Club Paranaense de Natación”, este último, propulsado por el Dr. Antonio Medina.

“Así nace el primer Balneario Público de Paraná, con boyado y medidas de seguridad e higiene, que estuvo originariamente ubicado en Puerto Viejo, donde se impartían clases de natación y se realizaron la primeras competencias, en las que se destacó por primera vez Federico Thompson.

En 1915, el Balneario se trasladó a la punta este de la Isla Puente. El lugar fue dotado de comodidades, con la idea de trasformarlo en paseo público para todo el año. Bancos, hamacas, cancha de fútbol, y construcciones tipo “islera” (sobre pilotes) para el vestuario, cantina y depósito. Existía un servicio de lanchas con un boleto accesible, del cual se eximia a los niños humildes.

Los deportes y entretenimientos ribereños (como saltos, carreras debajo del agua -zambullidas-, carreras de canoa) se fueron incrementando y los equipos de Paraná comenzaron a competir con los de los clubes náuticos de Lujan y El Tigre, de Buenos Aires, disputando siempre los primeros puestos.

Se realizaban grandes Fiestas Náuticas, donde concurría toda la población y tocaban las bandas de música (…) En 1917 surge el Paraná Rowing Club, primeramente con la actividad de remo y posteriormente, va absorbiendo al primitivo Club de Natación Paraná” .




En los límites del barrio, entre el Club Atlético Estudiantes y la Iglesia del Carmen, se funda en 1921 el “Urquiza Lawn Tennis”, club de práctica y competencia del deporte homónimo.


Cinco años después se crea el “Club Sportivo Urquiza”, que si bien, ya no está dentro de los límites del barrio, sino a unas pocas cuadras, era de gran influencia para los vecinos, ya que en este club, se organizaban los bailes y las fiestas de Carnaval, donde concurrían muchos de los vecinos de Puerto Viejo.

Fueron famosas en toda la ciudad, las carreras de automóviles, anunciadas a fines de 1900, organizadas por corredores profesionales. Se efectuaban en el Velódromo Entre-Riano ubicado en el Parque Urquiza. Un comentario periodístico de la época, expresa: “Es la primera vez que correrán autos en nuestras pistas con la velocidad asombrosa de 45 a 60 kilómetros por hora”

Cuando Paraná era capital de la Confederación, funcionaba en el puerto una de las canchas más importantes de pelota vasca de la ciudad. Este deporte se fue desarrollando y cobró real importancia en los años ochenta del siglo XIX, sobre todo en la zona del puerto donde estaban las canchas más reconocidas: la de Comaleras, “Plaza Euskara”, “La Vizcaína”, entre otras.

Así lo recuerda don Coronado, quien vivía a pocos metros de una de las canchas:

“Los días domingo acá era una fiesta, se juntaban cien o doscientas personas. Las canchas de paletilla de los vascos abrían a las ocho de la mañana, venían pelotaris de Nogoyá y de Victoria a jugarle a la famosa pareja de acá, de Puerto Viejo, los campeones argentinos Gales y Cuenca”


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