Feliciano - Rica en dichos
FELICIANO: RICA EN DICHOS
FELICIANO, ENTRE RIOS
¿Cuántos dichos recordamos y deslizamos de cuando en cuando como sello de gran verdad? Algunos se contradicen, sin embargo están prendidos en nuestra memoria para acudir en el momento justo. ¿Quién los generó? ¿Cuándo? ¿Por qué?... Nadie lo sabe.
Poder de observación, ingenio, picardía son cualidades que destiñen sus autores anónimos. Pero también inteligencia necesaria para capturar una idea y plasmarla con sencillez, ya que difícilmente uno rebuscado sobrevivirá.
El campo es un fuerte generador de dichos, quizás por el desarrollo de la capacidad de observación de sus hombres; tan necesaria para interpretar la naturaleza y utilizar sus señales en el desenvolvimiento de las actividades cotidianas. San José de Feliciano, uno de los departamentos con más tradición rural de Entre Ríos, posee un rico caudal de dichos y refranes, e inclusive guarda en su memoria colectiva situaciones y personajes cuya identidad la gente aún recuerda.
“Que se mejore el enfermo, dijo Ponce y lo estaban velando”. Ciento por ciento felicianero, este dicho hace alusión a un hecho que ocurrió hace mucho tiempo y que Félix Rico (82), recopilador de documentos y relatos orales, nos refirió así: “Ponce era un hombre muy visitador de enfermos, porque siempre en las veladas había algo para tomar. Una noche llegó a visitar a uno, saludó y pasó a la cocina, que como siempre estaba alejada del resto de la casa. Allí tomó unas copas y se durmió. A la madrugada el enfermo murió y Ponce no se enteró. Más tarde se despertó, se acercó a la puerta de la habitación donde lo estaban velando y se despidió diciendo: que se mejore el enfermo”. El hecho quedó grabado en el anecdotario local, aun cuando hace varios años que Ponce también falleció.
“Qué aburrimiento, dijo Seghezzo y estaba con la novia”. Según Rico, “Seghezzo era de Federal, vivió en Feliciano hace muchos años donde tuvo un depósito de venta de harina. Luego volvió a sus pagos”. Pero en la región quedó el dicho que lo inmortalizó.
“Donde hay humo hay qué comer, dijo Gacho y entró a una herrería”. Gacho fue un personaje con una historia muy rica en anécdotas. Fue jugador de fútbol, empleado de correo, trabajó en una firma ganadera y por último en una carnicería. Rico contó un episodio que pinta su forma de ser: “Trabajando como mensajero del correo, una mañana lo mandaron a repartir telegramas. Cerca del correo había un club, Gacho no pudo con la tentación, se metió en la timba, perdió toda la plata y salió a las 2 de la mañana. Como a esa hora no podía entregar telegramas, les puso a todos `domicilio cerrado´ o `no se puede llegar por el perro´ y los devolvió. Pero tanta fue su mala suerte, que al destinado a la Policía también le puso `no se puede llegar por el perro´. Al otro día le aplicaron una suspensión. Ése era Gacho”.
“Me gusta ver el criollo que abre la boca y no grita, dijo un sordo que llevaba un chancho robado al hombro”. “Arrímese y pegue un tajo, dijo una vieja y estaba comiendo polenta”. “Cada cual con su cada cual, dijo uno haciéndose el bueno y rumbió pa’ la salida, alsao con un poncho ajeno”… Estos dichos, como tantos otros, forman parte del rico caudal de una región donde su gente acostumbraba utilizarlos asiduamente pero que, con las generaciones más jóvenes, se va perdiendo, aunque persiste el placer de escucharlos, de observar cómo su uso enriquece toda charla, como convierten en grandes narradores a quienes los reviven en sus relatos aunque no sepan cuál es su origen, porque, como toda gran creación, logra ser recordada mucho más que su autor y su circunstancia.
Fuentes: Rico, Félix. “Feliciano, su historia”. Recopilación de documentos, fragmentos bibliográficos y artículos periodísticos. La Minerva Tipográfica de Imprenta San José, San José de Feliciano, 2002.
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