Parana - Los Tuneles Parte 2


LOS TUNELES DE PARANA

UNA HISTORIA DEBAJO DE LA MISMA TIERRA 

Al recorrer la historia de Paraná encontramos diversos acontecimientos que alguien se ocupo de registrar para no olvidar. Así, el 25 de junio de 1813, recibió la categoría de villa, escribiéndose que el fundador fue José Antonio de Vera Mujica. 

Desde allí, la población creció sin ceremonia oficial de fundación de las ciudades hispanas. Había tierra fértil, ganado cimarrón y avidez para afianzarse en este suelo. Españoles, criollos, mestizos y algunos indios conformaron la primera población al promediar los años 1750.


No obstante, la ciudad tiene otra historia debajo de la misma tierra. Unos antiguos túneles enmohecidos, asfixiantes, y en los que solo pueden tener vida los insectos, alimañas y alguno que otro reptil. Algunos dicen que fueron construidos por los jesuitas para trasladar materiales para construir la alta ciudad de Paraná; otros que resultaron una estrategia para las fortalezas durante la época de Urquiza; los demás descreídos insisten con la teoría de simples desagües. 

Cómo comienza todo esto? 

Nos cuenta Mernes cómo comenzo su investigación: 

"Durante muchos años y, a pesar de los fundamentos en contrario expuestos por algunos investigadores, la existencia de conductos abovedados bajo el suelo de las ciudades de Buenos Aires y Córdoba fue reiteradamente negada. Gran parte de las impugnaciones provino de algunos dignatarios eclesiásticos e historiadores. 

En la década de los años 70 del siglo pasado noticias periodísticas publicadas en diarios entrerrianos, en especial de las ciudades de Gualeguay y Concepción del Uruguay alertaron respecto a la existencia de túneles o pasadizos subterráneos descubiertos accidentalmente en sus respectivas plantas urbanas. Lo mismo ocurrió en la Ciudad de Gualeguaychú y en la Ciudad de Paraná. La respuesta dada a estos anuncios, proveniente tanto del sector oficial como de la Iglesia e historiadores, consistió en minimizar el tema o, peor aún, ignorarlo. 

El hallazgo providencial de algunas ruinas y de enigmáticos sucesos ocurridos en tales construcciones, sin que mediara una explicación razonable, fue vinculada con un pasado trágico de los propietarios del lugar donde se hallaban estos vestigios arqueológicos. 

Hace muy poco tiempo, mediante estudios efectuados por personal idóneo, se llegó a determinar el origen jesuita de las ruinas de las antiguas caleras de Barquín y de Salvia. 

Las caleras y las edificaciones, lamentablemente en ruinas, están ubicadas en el interior del Parque Nacional "El Palmar" en el Departamento Colón. Es irrefutable la similitud de estas obras con los túneles existentes, tanto en la Ciudad de Paraná como en las poblaciones antes citadas. 

Interesado en el tema realicé en Paraná una evaluación respecto a los lugares donde se conocía de la presencia de aljibes y conductos subterráneos abovedados. Ante mi consulta algunos vecinos me relataron sus propias vivencias adquiridas en distintas épocas y zonas de la ciudad. 

Transcurridos dos años sin el apoyo oficial o de las entidades a las cuales correspondería la investigación del origen de tales evidencias, creí llegado el momento de encarar, por mi exclusiva cuenta, la tarea tendiente a ratificar, en primer lugar, la existencia los sitios donde, según se afirmaba, habían sido hallados estos antiguos conductos. 

Para comenzar la investigación de los túneles elegí un sector del Parque Urquiza, lindero a la calle denominada "Bajada de los Vascos", donde -según personal militar y municipal- se había descubierto una red que pasaba por debajo de casas muy antiguas del Puerto Viejo. 

Aquí experimenté mi primer tropiezo. Se me prohibió expresamente realizar las excavaciones en el sitio elegido; sin dárseme las razones que avalaran tal impugnación, no obstante tratarse de un suelo de relleno levantado por aquellos en oportunidad de proceder a la demolición de las viejas casas del lugar. Convencido de estar en presencia de un pasado del cual no se quería hablar opté por indagar en la historiografía con la esperanza de descubrir los orígenes de tan misteriosas construcciones. 

La revisión de la bibliografía histórica me llevó a una importante y definitiva conclusión: así como los túneles de las fortificaciones del Riachuelo y de Montevideo constituyeron parte de una indiscutible arquitectura estratégica y, los túneles de Córdoba y de los pueblos de las misiones fueron parte de un sistema oculto de comunicación, los de la Ciudad de Paraná -al parecer- tuvieron ambos objetivos. 

Comencé las tareas haciéndome el siguiente planteo: ¿en alguna época de la vida de esta región se construyeron fortificaciones? La respuesta, basada en las evidencias, fue afirmativa. A partir de la construcción del fuerte de Sancti Spíritus en el extremo sur de la Isla de El Zambo (ubicada entre los ríos Paraná y Coronda), se diseminaron fortificaciones en todo el territorio del Río de la Plata y, fundamentalmente, en el de la actual Provincia de Entre Ríos; lugar de paso entre Buenos Aires y las poblaciones del Norte (San Salvador, Santa Fé del Paraná, San Juan de Vera, Concepción y la Asunción). 
Las defensas de Montevideo y Buenos Aires fueron levantadas por los jesuitas con la colaboración de los indios misioneros. Casualmente ambas fortalezas poseen túneles como medio de comunicación subterráneo y/o salida de escape disimulada. También las iglesias y otros edificios eclesiásticos tuvieron sus pasadizos secretos construidos en el subsuelo (túneles) o entre paredes paralelas. 

A pesar de mi empeño de más de diez años de investigaciones no hallé documento alguno donde haya quedado constancia gráfica o escrita de la presencia de estos enigmáticos pasajes subterráneos en la Ciudad de Paraná. 

Careciendo de esos testimonios, y obligado por la necesidad de contar con una base a partir de la cual proyectarme en la investigación, particularmente crítica, decidí elaborar una hipótesis basada en supuestos lógicos, conforme al derecho que me otorgaba el conocimiento personal de algunos conductos y de otros obtenidos de informes de la tradición oral. 

Recurrí, como un complemento más, a la recopilación de antecedentes y a la información periodística aparecida en diarios entrerrianos de la década de 1970. Del cúmulo de datos exhumé aquellos testimonios que señalaban la aparición ocasional de comunicaciones subterráneas, construidas en forma de bóveda, hechas en piedra, cal y ladrillos; similares a los túneles de Paraná, aún cuando ubicadas en sitios geográficos distantes uno de otro. 


Como punto de partida debemos comenzar preguntándonos: ¿Quienes los construyeron? Reconozco que podría ser el interrogante más conflictivo pero, hay que convenir también, es el más valioso. 

Para responderlo consideré necesario partir de la premisa de que los conductos abovedados debieron ser construidos, en primer término y como es natural, por quienes tenían un conocimiento cabal de la técnica arquitectónica del medio punto romano (la bóveda). A esta condición agregué que, tales técnicos, debieron estar familiarizados con el uso de la piedra, la cal y el ladrillo en la construcción de la bóveda. Y, por último, la constancia de su presencia en estas tierras. 

No obstante, cumplidos estos requisitos, comprendí que el sólo hecho de poseer el conocimiento profesional, tampoco habría bastado para hacer realidad el proyecto de los túneles. También debieron tener acceso a los materiales básicos empleados en la construcción; es decir, a la cal elaborada (como elemento base del mortero), a la piedra y al ladrillo. Este último requisito implica, como paso previo, el que hayan tenido acceso a la explotación directa de las calera, a la existencia de tierra y madera apta para la elaboración de los ladrillos, o a la posibilidad de la importación de ambos elementos. 
Con respecto a la cal existe un documento de 1679 en el cual se establece que los jesuitas santafesinos quedaban autorizados a continuar con la explotación de la cal de las barrancas del río Paraná y la madera de las islas sin necesidad de una nueva y especial autorización. Por supuesto que las únicas barrancas calíferas en esta región se hallan en el lado entrerriano. Aclaro que las tierras, donde hoy se asienta la Ciudad de Paraná (las del "pago de la Cruz"), son aptas para la fabricación del ladrillo. 

Por último, quienes proyectaron tan monumentales obras, debieron contar con la colaboración de una multitud de obreros en sus distintos niveles de ejecución (albañiles, oficiales y capataces); cada uno en su tarea especifica. 

Los testimonios aseguran que los jesuitas de Santa Fé los tuvieron, cada vez que los necesitaron, mediante la presencia de indios guaraníes de las Misiones. Una de las obras construidas por los jesuitas y sus indios en Santa Feé del Paraná, reconocida por la historiografía, fue el convento e iglesia de Nuestra Señora de la Merced. 

Sea cual fuere el motivo que impulsó la construcción de los conductos subterráneos abovedados y, hasta tanto se realicen trabajos arqueológicos que demuestren lo contrario, consideraré válida mi presunción de que los túneles de Paraná y de todos aquellos existentes en los sitios mencionados, fueron construidos por arquitectos de la Compañía de Jesús, con la ayuda de los aborígenes de las Misiones. 

Si tuviese que atenerme a la historiografía tradicional debería reconocer que los religiosos de la Compañía de Jesús no tuvieron una residencia permanente en la Ciudad de Paraná, ni tan siquiera en Entre Ríos; lo cual es requisito indispensable para la elaboración del proyecto. Sin embargo, es la misma historiografía la que asegura, en el citado documento de 1679, que los jesuitas se encontraban dedicados, desde mucho tiempo antes de esa fecha, a la explotación e industrialización de los yacimientos de piedra caliza y de las canteras de yeso de las barrancas del río Paraná y a la manufactura de las ricas maderas de las islas que se extienden entre la desembocadura del arroyo las Conchas y Bajada Grande. Sería necio pensar que la tarea era efectuada por los pocos religiosos que había en Santa Fé. 

Como para esas faenas sus autores debieron operar, necesariamente, con una suficiente y eficiente mano de obra y, a su vez, dicha mano de obra debió contar con un lugar donde vivir, me dediqué a revisar la ciudad en busca del sitio donde pudieron haber estado albergados los trabajadores. 

Según la historiografía el Colegio santafesino poseyó una estancia en "el Paraná". Esta estancia, llamada de "San Miguel", y sus dependencias, ocuparon el llamado "pago de la Cruz". El único sitio que reunió las condiciones requeridas se halla fuera del radio urbano de la Ciudad de Paraná y está ocupado por el edificio del cuartel del ejército, según lo que se conoce, desde principios del Siglo XIX. Las dependencias que albergaron a tan importante grupo humano, probablemente con sus familias, han sido las del viejo alojamiento del 3er. Batallón de Comunicaciones. 

La historia le asigna haber sido construido, en 1892, como "Hotel de Inmigrantes". Sin embargo Paraná no poseyó un hotel o alojamiento específico para los inmigrantes. 

El cuartel del ejército se utilizó como retén de los llegados de allende el mar con el sólo fin de formalizar la "cuarentena". Cumplida ésta, los sanos eran destinados a sus respectivas colonias y los enfermos terminaban su paso por esta vida en el crematorio subterráneo existente, hasta no hace mucho tiempo, en un sector lindero al cuartel. 

Demás está decir que nada de esto podría ser veraz si aceptásemos como válido el relato histórico tradicional. Uno u otro es falaz. Será cuestión de considerar cual de las dos interpretaciones es la que tiene mayor sentido." 

¿Realmente Existen? 

Si realmente existen es la pregunta fundamental.Aunque son muchos paranaenses los que saben que los túneles existen. Quien asegura haberlos recorrido allá por el '55 es Miguel Ángel Mernes, un hombre que se dedico a estudiarlos como ningún otro, y que lamenta que lo que seria el gran atractivo para la ciudad de Paraná, se este dejando destruir día a día. 

"Los historiadores y la iglesia los negaron en Buenos Aires durante mas de 80 años. Sin embrago allí están y hoy se puede ver parte de ello, pago de un canon mediante. Para Buenos Aires, que lo tiene todo, es una de sus mayores atracciones turísticas. Ni hablar, lo que seria para nosotros", razonó. 

Pequeños y grandes conductos

La forma original del aljibe -de aquellos que Mernes ha hallado en Paraná- se asemeja a la de un botellón o "damajuana" donde el cuello es el brocal, sobresaliendo un metro con cincuenta centímetros de la superficie y el recipiente es la cisterna, ubicada debajo del piso. 

La abertura de la boca entre el brocal y la cisterna es de unos noventa centímetros de diámetro; equivalente a una vara. El espacio interior de la cisterna es de cuatro a cinco metros de diámetro e igual medida su profundidad. Las paredes interiores se ven totalmente revocadas con un material sumamente impermeable. El aljibe se parece a la cúpula de la capilla vieja de San Miguel, donde el casquete superior es la parte que sobresale del piso y la campana abovedada es la que se encuentra por debajo de la superficie del terreno. 

 Se da el nombre de "aljibe" a todo el conjunto formado por el brocal y la cisterna. Ambos son esenciales para que este sistema no se transforme en un simple pozo. 

En la parte interior de las paredes de la cisterna y a unos sesenta centímetros del piso se encuentra el umbral de la abertura del túnel; cuyo dintel no excede el metro con setenta centímetros de altura y su ancho los ochenta centímetros de diámetro. 

Los conductos abovedados subterráneos, que nacen en la pared de la cisterna, no sólo han sido construidos para ser transitados sino que también han tenido la misión de airear los túneles, actuando la cisterna y el brocal (asociados) como si fuesen una chimenea. 

Mientras por el brocal del aljibe se produce la extracción del interior de los túneles del aire viciado, mediante tiraje o convección, desde otro aljibe, o por pequeños conductos de ladrillos, linderos al aljibe, ingresa el aire puro. Es decir que el aljibe actúa como si fuese el tiraje de una chimenea y, el túnel, como el conducto por donde pasa el aire climatizado hacia los grandes ambientes subterráneos. 

Debido a la excepcional amplitud de la cisterna y a lo estrecho del brocal no es posible advertir, desde el exterior, las paredes interiores de la cisterna y, por consiguiente, la abertura de los túneles. Por esta particular conformación de la cisterna la entrada a los túneles quedan fuera del radio visual de cualquier curioso que intente escudriñar, desde el brocal, el interior de la cisterna. 
 Este detalle hace sospechar que el aljibe debió servir, además de su carácter de reservorio del agua de lluvia y ventilación de los túneles, como entrada disimulada hacia el interior de éstos. La capacidad de almacenaje del agua de lluvia es importante; teniendo en cuenta el espacio que se pierde. 

Como el umbral del túnel se encuentra ubicado a unos sesenta centímetros de altura (equivalente a tres escalones de ladrillos) del piso de la cisterna, y el diámetro es de unos cinco metros, puede contener hasta tres mil litros de agua; cantidad suficiente (considerando la cantidad de aljibes por cada túnel) para el consumo de un grupo numeroso durante varios días. Teniendo en cuenta que la altura máxima alcanzada por el agua en el interior es de sesenta centímetros es obvio que su volumen no impide el ingreso de una persona al interior ni su desplazamiento hasta la entrada a los túneles situadas en las paredes de la cisterna. 

Quienes han tenido la oportunidad de observar el interior del aljibe de la Plaza 1º de Mayo, cuando aún conservaba la iluminación en su interior, habrán advertido que la superficie o "espejo de agua" llegaba muy arriba; hasta casi la base del brocal. Sin embargo tal apreciación no era más que una ilusión óptica producida por la mayor amplitud de la cisterna en comparación con la del brocal. No contando el observador con un punto de referencia, cual serían las paredes de la cisterna, la refracción parecía producirse en el lugar donde se comienza a ensanchar el aljibe, dando la impresión de la cisterna completamente colmada. 

Buenos Aires y los túneles

La Manzana de las Luces, ubicada en calle Perú, Moreno, Bolivia y Alzina de Buenos Aires, es un entrañable sector de túneles históricos recuperados por la Secretaría de Turismo de la ciudad.

La provincia de Buenos Aires, entiende que esta realidad histórica, arquitectónica, religiosa y cultural, servirá para que los miles de visitantes que todos los años se aproximan a la Manzana de las Luces, entiendan su significación y el motivo por el cual se realizan permanentes esfuerzos para profundizar su historia y preservar el patrimonio que contiene.

Con el aporte y el apoyo de la Secretaría de Cultura de la Nación y de la Comisión Nacional de Museos, Monumento y Lugares Históricos, se ha iniciado, la 3era. etapa de las obras de rescate de la Procuraduría de las Misiones Jesuíticas.

En el orden cultural y como parte de la refuncionalización de los edificios, se han propuesto pautas que abarcan todas las ramas del arte y que responden a las necesidades de nuestros tiempos.


•    PARA QUE SE USARON ?

Uno de los túneles subterráneos habría unido un sector de la Plaza 1º de Mayo con el río Paraná; extendiéndose de Este a Oeste. 

Fue utilizado a principios de este siglo, como conducto de salida de las aguas servidas y fluidos cloacales, para volcarlos al río Paraná. 
Hasta muy entrado el siglo pasado el sector oriental de la Plaza 1º de Mayo careció de cloacas. Esta parte del vecindario, a falta del sistema, contaba con profundos pozos "ciegos" (cegados) ubicados a los fondos de cada domicilio, calzados con ladrillos, hacia los cuales se enviaban los fluidos sépticos. Periódicamente, mediante camiones cisternas y un sistema especial de bombeo, había que vaciarlos.

 Otro túnel corre por debajo de la capilla ubicada al Este de la Ciudad de Paraná que a fines del Siglo XIX fue destinada como capilla del Seminario paranaense y que hasta no hace mucho tiempo estuvo dedicada a la Virgen de Guadalupe. Su trayecto ha sido determinado entre los cuarteles y la Iglesia Catedral. 

Las Hermanas religiosas, residentes en la casa ubicada frente al viejo seminario, en la manzana que da a la fachada del oriente, realizaban diariamente todas las tareas relativas a la alimentación y servicios de limpieza de la indumentaria personal de los estudiantes. 
Antiguos vecinos del lugar afirman que jamás vieron atravesar la calle a las religiosas trasladando elemento alguno desde su residencia hasta el seminario. Probablemente utilizaron para este menester el túnel que une ambos edificios. 


 El Túnel de los Cuarteles: 
La ubicación de este edificio y los terrenos aledaños, su conformación y la presencia de los túneles permiten presumir que sirvió, originalmente, como dependencia y talleres de la estancia de San Miguel de la Compañía de Jesús. Así lo insinúa la presencia de los túneles y sus largos claustros divididos en numerosas piezas, contiguas unas de otras, y separados por patios de igual longitud.

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