Amores de Manuel Belgrano.
Amores de Manuel Belgrano:
Y si.... siempre se lo recuerda en el bronce, pero no podemos olvidar que fue humano...
Uno de los mitos de la historia argentina puso en duda la masculinidad
de Manuel Belgrano. Tal vez, sus modos delicados, su voz aflautada, la
enfermedad venérea que padecía (sífilis), las representaciones generadas
a través de la iconografía, contribuyeron a la construcción de esta
idea. Pero para ser fieles a la historia, debemos decir que hubo en la
vida de Belgrano muchas mujeres, tanto en España durante su juventud
como en el Río de la Plata y, a pesar de estar ocupado en actividades
periodísticas, políticas y militares, no dejó de destinar tiempo a
cultivar relaciones amorosas.
En la época, las tertulias eran
espacios apropiados para mostrar en sociedad las cualidades de las
jóvenes casamenteras y para arreglar su matrimonio. El matrimonio de las
hijas de las familias de la elite era una cuestión de importancia, ya
que de esa manera, se controlaban los destinos de la descendencia. Por
eso, en los arreglos matrimoniales el amor era lo de menos. Sólo en
algunos casos, se iniciaba una relación amorosa, tal es la historia de
Belgrano y María Josefa Ezcurra.
En una de las tertulias que
frecuentaba, conoció a María Josefa Ezcurra en 1802, cuando él había
regresado a Buenos Aires. Era la mayor de la familia Ezcurra. Ella había
contraído matrimonio con Juan Esteban Ezcurra, un primo que llegado de
Navarra, había logrado hacer fortuna rápidamente pero que, disconforme
con los ideales de la Revolución de Mayo, regresó a la península ibérica
y dirigió sus negocios desde allí. Estuvieron casados durante nueve
años; ella quedó en Buenos Aires gozando de las libertades de una viuda
sin hijos de los que hacerse cargo.
Luego de la creación de las
baterías sobre el río Paraná para impedir el avance de los realistas y
de enarbolar por primera vez la bandera de la patria, Belgrano regresó a
Buenos Aires. Se encontraron nuevamente y se enamoraron, él tenía algo
más de cuarenta años y ella tan sólo veintisiete.
Cuando le
ordenaron a Belgrano partir hacia el norte para comandar el ejército
patriota, el amor hizo que María Josefa lo siguiera por Salta, Tucumán y
Jujuy sin temer a los peligros a los que se enfrentaba. Sin embargo,
temía a la opinión de los miembros de la sociedad cuando conocieran que
ella no respetaba las rigurosas normas éticas de la época ya que, sin
estar casada con Manuel Belgrano estaba esperando un hijo de él.
Avanzado el embarazo, ella no podía continuar viajando con el ejército,
decidieron entonces que el niño naciera en Santa Fe, en la estancia de
unos amigos. El 30 de julio de 1813 nació un varón. Sin apellido, fue
bautizado en la catedral de Santa Fe. El nacimiento se mantuvo en
absoluto secreto.
Los padres no reconocieron al niño, que fue
entregado a una de las hermanas de María Josefa, Encarnación Ezcurra
casada con Juan Manuel de Rosas. Esta pareja adoptó al niño dándole el
nombre de Pedro Pablo Rosas y Belgrano.
En 1812, Belgrano y
María Dolores Helguero tuvieron un primer encuentro. Él habría quedado
prendado por la hermosura de la joven y le habría prometido matrimonio.
Debido a los trajines de la guerra, debieron distanciarse pero cuando
se reencontraron, vivieron un intenso romance, fruto del cual Dolores
quedó embarazada.
Belgrano marchó a cumplir con sus
obligaciones militares y los padres de Dolores la obligaron a casarse
con otro hombre. Durante este matrimonio, nació la hija de Belgrano;
luego, el esposo de Dolores la abandonó.
El 4 de mayo de 1819
nació Manuela Mónica del Corazón de Jesús, cuando Belgrano ya estaba muy
enfermo. Habiendo solicitado licencia para atender sus afecciones,
viajó a Tucumán para conocer a su hija, pero no pudo disfrutarla por
mucho tiempo.
Alejado de sus amores y vencido por la enfermedad, murió en Buenos Aires a los pocos meses.
A veces, era preferible la infelicidad a soportar el reproche social
por no haber respetado las normas establecidas. Una mujer casada debía
respetar a su marido aunque –como en los casos de María Josefa y de
María Dolores- su esposo no conviviera con ella, la hubiera abandonado y
no hubiera regresado nunca. No podía volver a casarse a menos que
enviudara. Belgrano sabía que el esposo de Dolores se había trasladado
al Alto Perú y recurría a informantes para conocer si aún vivía, porque
de lo contrario, podría contraer nupcias con su amada.
Esta
concepción social, llevó a Belgrano a no reconocer a sus hijos, como
modo de no deshonrar el buen nombre de sus madres. Es por eso, que ni
siquiera los reconoce en su testamento.
Belgrano había
solicitado a Encarnación Ezcurra y Juan Manuel de Rosas -los tíos de
Pedro Pablo, que lo adoptaron y lo criaron- que cuando fuera mayor de
edad, se le informara que él era su verdadero padre, lo que fue
cumplido.
El hijo mayor de Belgrano se instaló en la zona de
los actuales distritos de Azul y Olavarria, donde Rosas, le había
obsequiado enormes extensiones de tierra. Fue designado juez de paz y
comandante militar interino de esos pagos y se dedicó a las tareas
vinculadas a la explotación ganadera. Se casó en 1851 con Juana
Rodríguez con la que tuvo dieciséis hijos.
Belgrano tuvo
ocasión de conocer a Manuela Mónica de la que debió distanciarse cuando
su estado de salud se agravó y decidió viajar a Buenos Aires. En ese
momento, remitió una misiva al Cabildo de Tucumán, a través de la cual
declaraba: “[…] Que la cuadra de terreno, contenida en la donación que
me hizo la M.I. Municipalidad y consta de los documentos antecedentes,
con todo lo que en ella edificado por mí, pertenece por derecha de
heredad a mi hija Manuela Mónica del Corazón de Jesús, nacida el 4 de
mayo de 1819 en esta capital y bautizada el 7, siendo sus padrinos la
Sra. Dña. Manuela Liendo y Don Celestino Liendo, hermanos y vecinos de
la misma. Para que conste la firmo hoy 22 de enero de 1820 en la
valerosa Tucumán, rogando a las juntas militares, como a las civiles, le
dispensen toda justa protección”.
Manuela Mónica vivió con su
madre hasta 1825, cuando se trasladó a Buenos Aires para quedar al
cuidado de sus tíos Juana y Domingo Belgrano, cumpliendo el deseo de su
padre. Con ellos vivió en el actual distrito de Azul (Provincia de
Buenos Aires), donde conoció a su hermano Pedro Pablo que tenía allí sus
campos. Cultivaron una profunda relación y se presume que fue su
hermano quien le presentara a su futuro esposo, Manuel Vega Belgrano, un
pariente político con quien se casó Manuela en 1852 y tuvo tres hijos.
Manuel Belgrano sabía que su hijo no necesitaría su protección
económica por eso, lo poco con lo que contaba trató de dejarlo para su
hija. En un escrito citado por Mitre, Belgrano solicita a su hermano, el
sacerdote Domingo Estanislao Belgrano "[…] que, pagadas todas sus
deudas, aplicase todo el remanente de sus bienes a favor de una hija
natural llamada Manuela Mónica, de edad de poco más de un año, que había
dejado en Tucumán".
Fuente:
Dirección General de Cultura y Educación de la Provincia de Buenos Aires.
www.abc.gov.ar
Interesante pero no encuentro firma del autor de este artículo.
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