Historias de Parana - El loco de la Barranca 1900

LEYENDAS DE PARANA DEL 1900

Personajes de Puerto Viejo

En las barrancas del Parana, en el paraje conocido por Puerto Viejo, llama la atencion de los pasajeros que van hacia Santa Fe o siguen hacia el note, una casucha de cañas que resguarda la entrada de un gran socavon a cuya puerta esta siempre sentado un viejo de blanca barba con aire indolente mira el vaiven de las olas que ruedan a sus pies y dormita al monotono golpear del agua sobre la playa pedregoza.


Un sendero tortuoso que como un camino de hormigas baja desde el socavon hasta una rancheria que hay al pie de la barranca, es la unica via de comunicacion que liga al viejo solitario con el resto del mundo, y el, cuando nota que alguien sube hacia su retiro, penetra a su cueva antes que llegue el visitante y se encierra en ella.

Es inutil hablarle ni pretender de el que pronuncie una sola palabra: no es mudo, pero hace un culto de silencio. La curiosidad del vecindario ha sido excitada por el viejo hasta el punto de haberse realizado verdaderas pesquizas a su respecto, aun cuando sin resultado positivo. Las personas mas curiosas no llegaron a saber ni siquiera que el hombre se llama don Amadeo y que era frances, particularidades que solo se supieron cuando la señora Rafaela V. de Macia, compadecida de la precaria situacion del misantropo, que vivia de lo poco que podia pescar durante la noche, le hizo construir un tinglado que resguarda la entrada de la cueva y fijo una mensualidad a cierta familia pobre, que vive en un rancho vecino, a fin de que le alcanzara todos los dias el alimento. Segun versiones circulantes desde hace dieciseis años, fecha en que el misantropo aparecio en su cueva de la barranca don Amadeo seria un naufrago de la vida a egrede Paris, arrojado a estas playas, como podia haber sido arrojado a otra cualquiera. Heredero de una buena fortuna y de una apellido legendario en la nobleza normanda, don Amadero jugo su dinero, o lo arrojo sin tasa ni medida a los pies de una aventura que se supo dar maña para despojarlo y luego no teniendo el coraje para soportar una vida de trabajo, emigro a America donde su suerte continuo siendo la misma que en Europa. Algunos le habian conocido de agricultor o de pequeño ganadero en las colonias del interior, y luego le habian visto de mercachifle recorriendo estancias con su tienda ambulante montada en un carreton de mala muerte. El noble arruinado fue poco a poco perdiendo sus energias y termino, al fin, en la misantropia que lo señalo a la curiosidad publica. Nadie ha visto a don Amadeo pedir una limosna o solicitar un socorro y ha habido epoca en que ropas las ha confeccionado con las bolsas de arpillera inutilizadas que solia recoger en la ribera. tenia la particularidad de ser su propio barbero, sastre, zapatero, demostrando gran habilitada en la practicas de esos oficios, aun careciendo de los instrumentos indispensables.

El prolongado silencio a que se ha condenado don Amadeo, le ha hecho olvidar su idioma nativo, y hoy, dicen las pocas personas que han estado en comunicacion con el, se expresa con suma dificultad.

El misantropo, como se ve en las fotografias que reproducen nuestros grabados, goza de cabal salud y hasta tiene aire de hombre satisfecho de la vida, no traduciendose en su rostro los desgaños que le atribuyen en las leyendas que circulan a su respecto. La cueva que habita, se halla a treinta metros de altura, en una barranca casi cortada a pico, que mide alrededor de cuante y es la curiosidad que se muestra a los pasajeros que visitan la comarca.

Revista Caras y caretas 26/1/1901, n.º 121

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