Rosario, Victoria y los Alemanes del Volga
Rosario, Victoria y los Alemanes del Volga:
Un recorrido de Rosario por el puente hacia Victoria y luego hacia los alemanes del Volga, pueblitos surgidos a partir de la llegada de alemanes.
Rosario, la ciudad más pujante de Santa Fe, es ideal para los que tienen sed de río, de playitas de arena, de vida nocturna, barcitos notables, arte y buena mesa. A 300 km de Buenos Aires –y acceso por autopista–, un giro por la ciudad propone visitar su casco histórico con reminiscencias francesas (imperdible la esquina de Sargento Cabral y Av. Belgrano), y las propuestas de Puerto Norte –el Puerto Madero litoraleño–; los bares de moda del barrio Pichincha, y la prometedora zona de Refinería, con sus pintorescas casitas inglesas de 120 años y escenarios que fueron recreados en la obra del maestro Berni.
El puente de Nuestra Señora del Rosario se estira sobre el río Paraná para vincular la cuna del Che Guevara y de Fontanarrosa con la apacible localidad entrerriana de Victoria. A menos de 80 km vale hacer una parada para respirar aire de pueblo, dar una vuelta a la plaza, admirar las rejas de estilo italiano que decoran las ventanas de muchas casas, caminar junto a la costanera o escuchar los cantos gregorianos de los monjes benedictinos en la Abadía del Niño Dios.
Desde Victoria, por la RP 11, se llega a las aldeas de los alemanes del Volga, un puñado de pueblitos que nacieron con una oleada de alemanes que llegaron desde Rusia en 1878. Cuenta la historia que ellos emigraron al país de los zares convocados por Catalina II: las guerras con Turquía de fines de siglo XVIII habían sumado más tierras a Rusia que apenas estaban habitadas. Para aumentar los ingresos de la corona, mediante el manifiesto de 1763, la emperatriz invitó a aquellos extranjeros dispuestos a trabajar el campo a radicarse en Rusia. Pasados los cien años de privilegios que Catalina II les había concedido, el zar Alejandro II comenzó una política de rusificación para con los colonos, por lo que decidieron emigrar hacia Norteamérica, Brasil y la Argentina, principalmente hacia la provincia de Entre Ríos.
La propuesta es recorrer las distintas aldeas del departamento de Diamante para descubrir los indicios de la cultura alemana que aún perduran. En la Aldea Protestante, hay que hacer una parada en la talabartería y otra en la casa de dulces La Alemanita (probar la torta Riwwel Kuchen). En Valle María el altar de su pintoresca iglesia (1886), ostenta un mural pintado por la artista entrerriana Amanda Mayor. Además, cuenta con un prolijísimo balneario municipal con servicios sobre el Paraná. Sin regresar a la ruta, por un camino interno se llega hasta el antiguo cementerio de San Francisco, con monumentales tumbas de 1800 custodiadas por lechuzas. A pocos kilómetros, en Pueblo Alvear, Abel y Mirta inauguraron en 2015 El Deseado, un complejo con 14 cómodas cabañas construidas a 35 m sobre el nivel del río, con vistas espectaculares. En Spatzenkutter, las paradas son en el comedor Sigfrido y la iglesia Asunción de María (1923). Si tienen tiempo, una picadita en el almacén El Remanso que atiende Hugo Ressner.
Una de las joyitas de este viaje es Aldea Brasilera, que lleva ese nombre porque fue fundada por un grupo de alemanes del Volga que pasaron previamente por Brasil. Allí se puede visitar la Iglesia San José, de estilo gótico alemán, y el comedor Munich, donde la familia Heim prepara comidas típicas con la carne de los cerdos que ellos mismos crían.
Para cerrar, un souvenir germano:Prueben la riwwel kuchen o torta rusa (de masa dulce recubierta con manteca y azúcar) en el Parador 26 de Spatzenkutter, que reúne regionales de las demás aldeas.
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