11 de Julio - Aniversario San Jerónimo del Sauce, Santa Fe
ANIVERSARIO SAN JERONIMO DEL SAUCE, SANTA FE
11 DE JULIO
Los mocovíes y abipones estaban asentados en las márgenes del arroyo del Rey (Pcia. Entre Ríos).
Creían fervientemente en el espíritu sobrevivía a la muerte, sus ritos mortuorios comprendían danzas y plegarias en las que participaban todos los integrantes de la comunidad. Al difunto lo enterraban inmediatamente acompañados de adornos, ollas, armas, y los rituales proseguían durante nueve días.
Con el fin de apaciguar a los naturales, llegaron los misioneros durante el siglo XVIII y los establecieron en aldeas fijas (reducciones-misiones). A la fijación de los aborígenes el lento pero implacable avance del blanco que se quedó con todos sus dominios y finalmente impuso su conquista y escala de valores sometiendo y reduciendo a los naturales a sus actuales asentamientos.
El último bastión de abipones determinó lo que hoy es San Jerónimo del Sauce, localidad ubicada a cuarenta y cinco Km. al oeste de Santa Fe, sobre ruta nacional Nº 19.
Es un pueblo que huele a historia, a un pasado que encierra todo el acervo nativo, de sueños compartidos entre criollos, aborígenes y gringos.
La reseña histórica de esta localidad debe remontarse a 1748 cuando se fundó San Jerónimo del Rey en las inmediaciones de la actual Reconquista, ésta reducción fue atendida espiritualmente por la compañía de Jesús, los padres Cardiel y Navalon comenzaron la tarea evangelizadora con 60 familias abiponas a los que inculcaron hábitos de trabajo y organización social. La reducción se denominó San Jerónimo en honor a su patrono, imagen tallada en madera policromada traída de Europa por los jesuitas; y del rey por el arroyo en cuyas márgenes se fundó.
San Jerónimo del Rey no fue la excepción, los abipones en su gran mayoría se dirigieron a la localidad de Santa Lucía (Corrientes), llevando consigo la imagen de su santo patrono San Jerónimo.
En 1818 fue arrasada por Tobas lo que quedaba de la antigua reducción, los que lograron salvar sus vidas se instalaron en San Javier.
En el paraje denominado El Sauce ubicado a 10 leguas al oeste de Santa Fe, la administración de Correos había establecido en 1813 una posta en la “carrera” que unía Santa Fe con Córdoba, la misma estaba a cargo de un santiagueño afincado en Santa Fe, Don Roque Zárate.
En razón de la difícil situación en que se encontraban las fronteras provinciales a causa de las incursiones de los montaraces que ganaban terreno desde en norte y ponían en serios peligros a Santa Fe y zona de estancias, el Gobernador Mariano Vera en 1817 estableció en La Posta del Sauce un reducido destacamento militar, con soldados de la segunda compañía del escuadrón de Dragones de la Independencia, al mando del Capitán Pedro José Bassaga.
El país estaba inmerso en plena crisis política, reflejada dramáticamente en los enfrentamientos de Buenos Aires con el interior, lo que marcó el surgimiento de las autonomías provinciales: El Federalismo; esto llevo en gran parte a que se rompiera la aparente pasividad de los aborígenes e incursionaran una vez y otra vez sobre las fronteras.
Estanislao López como gobernador de la provincia tomó la decisión de reflotar la idea de establecer reducciones tan exitosas en la época colonial, aprovechando la adhesión y subordinación que tenía entre los aborígenes.
A mediados de 1825 estableció en el paraje “El Sauce” a los abipones procedentes del despoblado San Jerónimo del Rey. No se tiene fecha exacta del asentamiento por falta de documentación, pero entre el 9 y 28 de julio se encuentran una serie de recibos por compra de carne y traslados en lanchones de aborígenes del norte, de San Javier y Cayasta con destino a El Sauce.
Junto a los aborígenes llegaron también algunos criollos: Casco, Ríos, Orellano, Torres, Leiva, Mansilla….La llegada de estos indios y criollos determinó el nacimiento del pueblo, prontamente comenzaron las tareas de construcción de chozas y ranchos, entre ellos la Capilla para resguardar al Santo que los acompañó en su largo peregrinar y que daría origen al nombre de la nueva reducción: SAN JERÓNIMO por el Santo Patrono y DEL SAUCE por el paraje.
Los aborígenes instalados fueron rápidamente militarizados y formaron el célebre CUERPO DE LANCEROS DEL SAUCE.
TRADICIONES RELIGIOSAS
San Jerónimo del Sauce celebra el 30 de septiembre, su Fiesta Patronal en homenaje a su Santo Patrono San Jerónimo; su imagen tallada en madera policromada, constituye una verdadera obra de arte de incalculable valor histórico y profundo significado religioso para un pueblo que fiel a sus tradiciones, ve reflejado en la talla su pasado tan querido como respetado…su origen, la devoción heredada y transmitida de generación en generación.
En ese día la imagen es retirada del templo sobre los hombros de descendientes de familias fundadoras, en solemne procesión alrededor de la Plaza Pública Brigadier Estanislao López, reviviendo de este modo el largo peregrinar de los aborígenes hasta éste, su asentamiento definitivo; esta marcha es precedida por jinetes con lanza en mano y banderas rememoran al célebre “Cuerpo de Lanceros del Sauce” Delante del Santo se acostumbra a arrojar pétalos de flores, perfumando el paso del patrono a lo largo de todo el recorrido; lo acompañan el celebrante, concelebrante, monaguillos, autoridades civiles y militares. Los encargados de llevar la imagen van vestidos con túnicas blancas y capas rojas, acompañados por cuatro alumbrantes que portan farolas en cada extremo.
Detrás del Santo se encolumnan establecimientos educacionales, grupos parroquiales y fieles que acuden en gran número; de la localidad, distintos vecinos y distintos puntos del país, porque ese día ningún “Saucero” halla impedimento alguno para llegar a su terruño a buscar fuerzas de la fuente de santidad y virtud. Se confunden sentimientos de gozo y dolor, muestras de gratitud y fervor, peticiones, promesas, llanto y oración.
Es mucho más que un pueblo tras el Santo de su devoción, es el milagro de conjugar el ayer con el hoy, es encontrar cada año en las raíces sepultadas es sustento de continuar la marcha por la vida.
La procesión es acompañada por una banda de música y el tronar de bombas marcando cada estación, finalizada la misma depositan el santo en la puerta de acceso a la iglesia donde se entonan el Himno Nacional Argentino, se depositan a sus pies simbólicas ofrendas y con ardiente fe y en alta voz se lo aclama con significativos ¡VIVA! ¡VIVA! ¡VIVA!…luego se lo despide emotivamente hasta el próximo año con agitar de pañuelos, metralla de baterías e incesante repicar de campanas.
La imagen es depositada nuevamente a un lado del altar donde es saludada por fieles y prometeros que visten sus clásicas capas rojas o pies descalzos; una ferviente devoción inunda el templo vestido de fiesta, sus muros velan sigilosos el tránsito de sus hijos durante todo ese día y atesoran sus ruegos y oraciones.
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