La Historia de Loreto. El Segundo Exodo
El éxodo Misionero (segundo éxodo)
El ilustre historiador y profesor don Pedro de Armengol Alegre en un artículo periodístico, dijo:: "No era el éxodo israelita llevando el Arca de la Alianza, pero como el escogido huía en procura de una tierra donde pudiera vivir en paz, conduciendo en su penosa peregrinación las imágenes adoradas, cuya salvación procuraba al precio de su propia vida".
En el Archivo de la Provincia de Corrientes existe un censo efectuado por disposición del capitán Blanco Nardo en 1822, comandante entonces de Yaguareté Corá, actual Concepción (Corrientes) de los nuevos vecindarios de San Miguel y Loreto, donde aparecerán consignadas en las 1.700 familias censadas, entre ambos poblados según las reducciones jesuíticas de los cuáles serían originarios dichos pobladores. El doctor Hernán F. Gómez afirma la heterogeneidad de origen de los de San Miguel. Según testimonio verbal de doña Ana Chapay, hija de don Blas Chapay, uno de los principales personajes de la fundación de Loreto, fueron casi todos los que formaron la columna que emplazaron sus chozas en “Yatebú”, originarios de la Loreto misionera destruida por los lusitanos, pocos de Candelaria, San Carlos y Corpus.
Episodios del éxodo Misionero
Dos episodios sobresalientes del éxodo Misionero y de la fundación del pueblo de Loreto en Corrientes, forman:
a) la actuación decidida y valiente que prestó como custodia a la columna loretense, el Comandante de Armas don José Ignacio Gayrayé ó Guayaré, que comandó ochenta milicianos indios, armados con fusiles de chispa y sables, los acompaño em todo su penoso peregrinaje desde la iniciación de la marcha de la columna del éxodo en Misiones hasta la llegada a "Loma Yatebú", contruyendo luego su cuartel a pocos metros de la Capilla que edificaron para albergue de la imágenes católicas, ejerciendo eficazmente el control y estableciendo el orden y la legalidad en la nueva población.
b) El otro, la modesta actuación de don Blas Chapay, sacristan de la iglesia de Corpus misionera destruida también por los lusitanes, que a falta de sacerdote, atendió en todo momento y en la nueva población los asuntos espirituales de los peregrinos, dentro de lo que le fué posible, llevando al alma de los huídos la confianza y la fé en Dios y en la doctrina cristiana, para soportar todas las viscisitudes, penurias y miserias sufridas durante el éxodo, aun grado moral elevado y luego, durante el replanteamiento y fundación del nuevo pueblo, constituirse en el primer dirigente de la construcción de la capilla "Nuestra Señora de Loreto" en "Yatebú" y colaborar activamente en su organización política.
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